viernes, 3 de junio de 2011

2. Niños y adultos.

-¡¿Tú eres idiota?! -chilló una joven de pelo marrón oscuro y ojos grises como el acero desde el otro lado de la mesa de la cafetería.
-¿Idiota por qué? -preguntó Andrés ante el enfado de su hermana menor.
-¡Solo veinte euros! ¡¿Solo veinte euros?! ¡¿Esa miseria te has apostado?!
-¿Y cuanto quieres que me apostase?
-¡Por lo menos… doscientos! -contestó ella indignada.
-Hombre, Margot. No te pongas así con tu pobre hermano. -habló esta vez una chica de la misma edad que Margarita Hurtado.
-Elvira tiene razón, ¿y si pierdo la apuesta qué?
-¡¿Pero como vas a perder?! ¡Julio se tirará a Dadá cuando Elvira gane Eurovisión! ¡Nunca!
-Oye que tampoco canto tan mal. -se quejó la chica.
-Ya pero nunca se sabe…
-Además -continuó Elvira. -, Julio está muy, muy, muy bueno. Si El Perro Flauta pudo llegar a tener novia no entiendo porqué él, que es enfermero y tiene trabajo y está muy bueno, no.
-¿Quién es El Perro Flauta? -cuestionó el chico.
-Mi primo.
-Bueno, ese no es el tema. -prosiguió Margot. -Tú primo al menos no es tan pavo como el mío. ¡¿Cómo una mujer como ella va a caer en las redes de un chulo de playa como Julio?!
-Oye con eso de “chulo de playa” te has pasado. -dijo de sorpresa el aludido apareciendo por detrás. -A ver, los Hurtado, vuestro hermano ya está. Dadá os está esperando para daros los resultados y todo eso.
Andrés y Margot se levantaron del asiento, seguidos por Elvira, la mejor amiga de la joven. Habían ido a llevar a Luis, el menor de los Hurtado, a una de sus numerosas revisiones. La doctora nunca les dejaba asistir mientras estaba con el niño, pese a que Andrés era su ayudante, no quería que estuviese por si acaso había malas noticias. El hermano mayor abrió la puerta de la consulta, dentro estaban la doctora anotando algo en su libreta y Luis abrochándose los botincitos de su camisita blanca. Mientras que Elvira se había quedado fuera.
-¡Hermanito! -exclamó el niño al ver al moreno.
-Hola Luis. ¿Qué tal te encuentras?
-Bien… Me duele un poco la garganta, pero estoy bien.
-Parece que tiene un poco de faringitis, le volverá a subir la fiebre bastante por el problema de defensas de este niño, pero no es grave. Dale antipiréticos y si no le baja dale un baño frío… tú ya sabes que para algo has estudiado. -habló la mujer.
-Sí, pero yo solo soy enfermero, si algún día tiene algo grave necesitará a su médico de cabecera.
-¡No seas gafe! ¡¿Y porqué iba a pasarle algo grave?! -riñó la mediana de los hermanos.
-Tu hermana tiene razón, no tienes que ser pájaro de mal agüero. Aunque más vale prevenir que curar. A ver Luis, ¿qué te he dicho que tienes que tomar?
-Mucho zumo de naranja, porque tiene vitamina C.
-¡Muy bien! Como ha sido un niño muy bueno le voy a regalar una pirueta. ¿De qué sabor la quieres? -preguntó mientras rebuscaba en uno de los cajones de su mesa.
-De naranja. Qué tiene vitaminas.
-Vale, toma. -dijo riendo levantándose para acercarle la golosina.
-Gracias.
-De nada. Hay que ver que educado eres. Un día te tengo que presentar a Berny seguro que os llevaríais bien.
-Sí algún día les presentaremos. Bueno Margarita, llévate a Luis a casa.
-¡Eh! ¡¿Qué manera de pedirlo es esa?! Tu no eres mi jefe. -se quejó la más joven.
-Pero si tu hermano mayor.
-¡Qué morro! Anda, marchémonos antes de que el jefazo se enfade. Nos vemos luego, Andrés. Hasta la vista doctora.
-Hasta la vista. Y ya sabes toma mucho zumo de naranja. Se despidió mientras los hermanos se marchaban por la puerta. -Tu hermano es un sol.
-Gracias, casi es como si lo hubiese criado yo, como nos llevamos casi veinte años.
A Dadá le gustaban mucho los niños, por eso se había especializado en pediatría. Cuando trataba a uno de sus pequeños pacientes, no podía evitar acordarse de Bernabé y pensar en todo lo que deseaba volver a casa para estar con él. Después de unas horas de trabajo iba a casa de Bea, Beatriz Cortés era su mejor amiga. Ella era la que cuidaba de su hijo hasta que Dadá regresaba a por él. En su casa, un piso familiar y bastante confortable en un barrio de Madrid, Berny hacía los deberes y jugaba con Sonia y Silvia, las mellizas de su amiga. A parte, de su madre, Bea era la única persona adulta que no asustaba al niño. Bernabé era un niño desconfiado y miedoso, inseguro y nervioso. Realmente los adultos le aterrorizaban. De hecho Dadá no era su nombre autentico, como muchos habrán deducido, es un mote que le puso Julio. El rubio siempre había sido pésimo para recordar nombres y por apuro de no saber cual era el nombre de su jefa le preguntó al niño, que entró en “modo pánico” y comenzó a tartamudear por los nervios. Repitió indefinidas veces la primera sílaba del nombre de su madre la “da” de Daliha (su verdadero nombre) y con Dadá se quedó.
Llamó al telefonillo del segundo piso en el que vivía su vieja amiga y esperó a que alguien la contestase.
-Corre, Berny que tiene que ser tu mamá. -dijo la mujer de largos cabellos pelirrojos desde la cocina.
-Voy… -contestó el aludido haciendo lo que ella le decía. -¿Siiii?… Hola mami… Ahora te abro… -y como era de costumbre ni un minuto después Dadá ya estaba entrando por la puerta.
-¿Dónde está el niño más lindo del mundo? -preguntó pasando por la casa a modo de saludo.
-¡Mami! -exclamó el pequeño saltando a abrazar a su madre.
-¿Qué tal te has portado?
-Pues muy bien, como siempre. Las que son unas bichejos son las niñas. Le han tenido toda la tarde jugando a las muñecas. -comentó su amiga yendo a saludarla.
-Como siempre entonces…
-¡Hola tita Dali! -saludó una de las gemelas, Silvia, la melliza buena.
-¡Vamos Berny! ¡Que se enfría la comida! -continuó Sonia, que era igualmente pelirroja.
-Sí, anda ve a jugar mientras hablo con la tía Bea. -continuó soltando al niño para que fuese con ellas.
-¿Un café? -preguntó Bea.
-Capuchino, por favor. -respondió mientras ambas se encerraban en la cocina.
-¿Qué tal el trabajo?
-Bien, como siempre.
-¿Y tus monadas?
-¿Qué monadas?
-Tus ayudantes, son unas monadas. Se les veía tan ilusionados con el trabajo cuando me los presentaste.
-Pues como todos los que acaban de salir de la universidad.
-¿Y no te gustan?
-No empecemos con ese tema.
-Es que estoy deseando que tengas novio para hacer citas dobles…
-Pero ellos son un par de críos. Solo tienen veinticinco años.
-¿Y? Tú eres una mujer moderna, siempre decías que cuando llegases a los cuarenta te juntarías con chicos de treinta porque son más monos.
-Punto uno: yo no tengo cuarenta años; punto dos: ellos no tienen treinta; y punto tres son unos críos.
-Pero… ¿si tuvieses treinta añitos accederías?
-Tendría que pensarlo. ¿Tú por que clase de asaltacunas me has tomado?
-No sé, encima que me preocupo por ti…
-Tú te preocupas de tus citas dobles. Además sabes que el compromiso no es para mi, yo estoy bien así, con el trabajo que me gusta, saliendo contigo y los demás y no teniendo que lavar más ropa interior masculina que la de mi niño.
-Bueno, vale… Pero, tu plantéate la idea. ¿Y les has contado ya lo de Dani?
-Otro tema del que no me gusta hablar, prefiero pensar que él nunca existió…
-A mi me gustaba un poco; siempre me defendía de los matones en el instituto.
-¿Porqué iba a contarles yo lo de Daniel?
-Ah… no sé para que lo tengan en cuenta cuando uno de ellos sea tu novio.
-¡Que pesadita estás hoy!
-Es porque Diego me ha dicho que el viernes me llevará al cine y me puse a pensar en lo divertido que sería que viniese con nosotros.
-Pues siento decirte que de aquí al viernes no me voy a echar un novio… Y estoy presintiendo que yo me voy a quedar con las dos eses.
-Claro, si vinieses pues no tendrías que hacerlo.
-Prefiero estar con ellas viendo Los Lunis que con vosotros, tortolitos. -se rió la morena.
-Tú te lo pierdes. Toma tu capuchino.
-¿No lo habrás envenenado ni nada?
-Soy bruja pero no tanto. -bromeó la pelirroja. -Nada que no te convenzo.
-No, por el mismo hecho de que soy muy moderna y no necesito a ningún hombre en mi vida.
-Depende de para qué; porque la última vez que fuimos a una discoteca le pediste al pinchadiscos que pusiese “Super Trouper” de ABBA.
-Cheeee… Que ABBA nunca pasa de moda y “Super Trouper” una canción muy bonita.
-¿Te quedarás con ellas?
-¿Me das más opciones? Y lo del novio no vale.
-¡No! No hay más opciones. Es una orden. -volvieron a reír.
Beatriz era el contrapunto de Dadá, tal vez por eso se llevaban muy bien. Ella era una romántica que desde joven había estado planeando su maravillosa vida. Y la cuestión es que le había salido todo a pedir de boca. Era alegre y optimista, tenía mucha paciencia y pensaba en los demás antes que en sí misma, tal vez demasiado, porque a veces resultaba manejable. Pese a que siempre había tenido una educación muy estricta, era también muy abierta de mente, aunque para ella hubiese elegido el camino más “normal”.

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