domingo, 1 de mayo de 2011

1. El pintalabios rojo.

La luz de la mañana en la ciudad de Madrid ya se colaba por los cristales de la ventana de su apartamento. Un décimo piso desde el cual se podía ver la capital cubierta por su gruesa capa de contaminación. Desde el cual se podía ver a los diminutos transeúntes pasando por las calles como trabajadoras hormiguitas.
Dadá, una mujer de treinta y seis años, sacó de un cajón su pintalabios rojo. Ya estaba preparada para marchar a su trabajo como cada día. Vestida con su traje negro y camisa blanca. Peinada de medio lado para que su corto y moreno pelo no la molestase. Y calzada con sus zapatos de tacón alto. Desde luego parecía totalmente dispuesta a comerse el mundo, como todos y cada uno de sus días.
Con el ritual de todas las mañanas despertó a su hijo Bernabé, con ya todo preparado para que no llegase tarde a sus clases. Juntos subieron a su coche plateado, lo condujo hasta colegio del niño y luego al hospital en el que trabajaba. Esa era su rutina diaria.
Dadá era doctora, médico infantil o pediatra para ser más exactos. Aquella mañana tendría que ocuparse de todos esos pequeños con problemas muchas veces peores que los de los adultos. Suspiró. Dio una larga bocanada de aire antes de abrir la puerta de la sala de consulta. “Juro que como esté ahí le mato. Le arranco los brazos y le mato a palos con ellos.” Pensó notando su propio recelo en su voz interior.
-¡Julio! -exclamó para advertir a su enfermero que estaba ya ahí y que dejase de hacer lo que Dios quisiese que hiciera.
-Buenos días, doctora Salvador… Lo… lo siento mucho… -susurró una joven auxiliar de enfermería saliendo tímidamente de la habitación.
-Tranquila, la culpa es del pulpo Paul* que tenemos ahí metido. -contestó a la par que la joven se alejaba de allí. La morena pasó finalmente para encontrarse a un joven rubio de autentico buen ver, bastante alto y atlético.
-¡¿Qué tienes en contra de que filtré un poco de vez en cuanto?! -habló él con cara inquisitoria mirándola fijamente con sus ojos castaños.
-Define “de vez en cuando”. Porque para ti debe de ser algo así como todos y cada uno de los días de tu vida.
-Lo que te pasa es estás celosa.
-No me hagas reír, me importa un bledo que no te fijes en una mujer once años mayor que tú. Lo que me incomoda es que no des el primer paso con tu verdadero amor.
-¿Quién?
-Quien va a ser… Andrés.
-Ahora eres tú la que me haces reír a mi. Si se cambia de sexo y resulta que Andrea está buena tal vez tendría una oportunidad.
-Lo que tú digas, señor heterosexual.
La conversación podría haber seguido si no hubiese sido por la llegada del aludido. Andrés, un joven de la misma edad de Julio. Pero a parte de ese dato no compartían absolutamente ningún otro rasgo. El tenía el pelo lo suficientemente largo como para que le tapase el cuello y de un intenso color negro. Además no se le veía demasiado fuerte si no más bien demasiado delgado y pálido. Eso sí, tenia unos preciosos ojos grises que en ciertas ocasiones resultaban hipnotizantes.
-Mira, hablando de el rey de Roma. -recitó la mujer desde su silla.
-Prefiero no saber de que hablabais de mi.
-Sí mejor que no sepas el sueño que me ha contado Julito que ha tenido contigo.
-¡No te inventes cosas!
-No te preocupes… te conozco de sobra y sé que si soñases conmigo hoy no estarías entre nosotros. Ya te abrías tirado entre las Torres Kio*.
-¡Que aburridos sois los dos! ¡Con lo cucos que quedáis juntitos!-musitó ella haciendo un corazón con las manos y mirando a través de él para verlos enmarcados. Y canturreando. -Un moreno y un rubio, hijos del pueblo del Madrid*…
-Perdona señora liberal, si te molestamos. -recochineó el enfermero más alto de los dos.
-Bueno dejémonos de tontunas y dadme la lista de pacientes de hoy.
-Aquí la tengo doctora. -dijo Andrés acercando una hoja de papel. Dadá la miró un momento leyendo atentamente cada uno de los nombres.
-Luis Hurtado… ¿Este es tu hermano?
-Sí, es él de nuevo. Ha vuelto a recaer. -puntualizó el moreno.
-Que mal… Pobre niño. ¿Cuántos años tiene ya?
-Seis.
-Casi como Bernabé. Si mi niño estuviese como tu hermano no sé que haría.
-La verdad es que es duro. Luego lo traerá mi hermana Marga.
-Venga, no os pongáis moñas. -habló Julio poniendo cara de aburrido.
-Claro como al señor solo le importan él y su p… mejor me callo. ¡Vamos! ¡Al curro!
Dadá era una mujer de carácter, le encantaba manejar todo y a todos, y por descarte, odiaba acatar ordenes. Sus dos ayudantes acababan de salir de la universidad y estaban todavía en practicas. Norte y sur, ellos eran norte y sur, no solo en el físico. Julio era seguro de si mismo, estaba acostumbrado a triunfar en todo lo que se propusiera, su actitud, a veces cargante, hacía que la gente apostara siempre por él. Andrés en cambio, era mucho más modesto, no parecía apreciarse mucho pese a que en bastantes ocasiones hubiese demostrado que era tan capaz o más que Julio. Pero así era en todo, Julio había tenido incontables novias, amantes, prometidas, pero Andrés, hasta donde sabía ella, solo había tenido una y las cosas no le salieron muy bien. En el fondo era dos modos muy distintos de ver una vida. Quizás por eso hacían un buen equipo.
En la hora del descanso ellos dos siempre se sentaban juntos, la verdad es que pocas veces se separaban. En la cafetería, mientras su jefa recogía a su hijo del colegio para darle de comer, ellos comentaban la mañana o hablaban de las cosas de las que suelen hablar los hombres normalmente.
-¡Que buena está! -comentó bruscamente Julio.
-¿Quién?
-Tú quien crees? ¡La Dada! No me digas que tú no te has fijado.
-Yo no soy como tú, Aracil.
-A veces pienso que tu no tienes libido ni nada. Eres más soso…
-Lo que tu digas.
-Si está muy buena, para su edad y para lo plana que está. Tú no eres un tío.
-Eso es verdad soy un caballero.
-Ja, ja. ¿Eso es un chiste?
-No. Lo digo muy enserio.
-Por eso sigues sin novia.
-No voy a discutir contigo de ese tema.
-¿Qué te apuestas a que me la tiro?
-¿A quién? A Dadá. Imposible, no te lo crees ni tú.
-No tiene marido, ni novio… siempre presume de su condición de madre soltera. No se por qué no puedo.
-Porque tiene mucho carácter como para caer como todas.
-Pero solo hay que verla para saber que la pongo.
-¿Se puede ser más engreído que tú?
-¿Entonces aceptas la apuesta?
-Vale, como no voy a perder.
-¡OK! Vente euracos a que de aquí al verano me la tiro.
-Eso es mucho tiempo.
-Es para que te de tiempo a ahorra. -bromeó ofreciéndole la mano. -¿Te estás rajando?
-No, sigo creyendo que ganaré. Acepto la apuesta. -concluyó Andrés estrechándola con su amigo.
-¿Apostar el qué? -interrumpió la mujer desde atrás.
-¿Eh? -alcanzó a decir Julio creyendo que le había frustrado el plan.
-¿Cuánto llevas escuchando?
-Desde lo de “¿Te estás rajando?” -contestó poniendo voz grave como si fuese su ayudante.
-Pues de que si el Real Madrid ganará al Barça* en el próximo partido. -improvisó el rubio.
-¿Tanto misterio para esa tontería?
-Sí, los hombres somos así de simplones. -continuó Andrés disimulando la risilla tonta que le daba siempre que mentía.
-¿Y no os han enseñado a que apostar está mu feo?
-Sí, pero la tentación es grande.
-Anda tirando, par de criajos. -repuso dándoles a los dos un golpe en el cuello simultáneamente. -Valla casos que sois, la próxima vez me opondré totalmente a tener ayudantes. Y menos a dos niños que siguen con el pavo.
-Jopeta, mamá. -se quejó Julio como si fuese un niño.
-Ni mamá, no momó. Quiero veros en cero coma en la consulta. -finalizó saliendo de la cafetería.
-Creo que voy ganando.
-¡Cállate Hurtado!
-------------------------------

Notas:
-Pulpo Paul: pulpo que se hizo famoso en el mundial de futbol del 2010 por sus supuestos poderes adivinadores.
-Torres Kio: famosos rascacielos Madrileños facilmente reconocidos por estar torcidos formando una "V" invertida.
-Un moreno y un rubio (...) : fragmento del estrivillo de una canción de La Verbena de la Paloma, famosa zarzuela madrileña el texto original decía: "Una morena y una rubia..."
-Real Madrid/Barça: tradicional partido entre los dos equipos más importantes del país.